Yo lo amo profundamente. Aprendí a amarlo cada vez mejor, con los años, con la experiencia, con la cercanía y la lejanía, ejerciendo distintas formas de vinculación, siempre en Verdad, siempre en respeto, siempre en amor. Y ahora, más que nunca, en Libertad.

“Lo que es Real, ahí sigue”, me dijo una vez una gran maestra, refiriéndose a este vínculo. Pasa el tiempo y no se puede explicar, ¡nadie lo puede explicar!, pero es que no hay nada que entender: solo aceptar, solo vivir, solo amar.

Y se trata de una expansión general del verbo Amar: se amplía la capacidad, se amplían los matices, se intensifica la profundidad y se percibe con infinito asombro cuán honda puede llegar a ser la Vida, cuán cercano puede palpitarse el Misterio, cuán nítidos pueden volverse todos los símbolos, los arquetipos, las dimensiones, el Vacío…

Creo que Amar es aprender a vivir con el Vacío.

Con el Vacío: en sintonía de Amistad. Con-vivir, co-existir.

Y creo que Amar se parece mucho a la Amistad.

Yo lo amo profundamente, aprendí a amarlo cada vez mejor. Amo su mente concreta, masculina, terrenal. Amo su valentía, su gran capacidad contenedora. Amo lo que sostiene, las órbitas que le circundan, los planetas y satélites que le danzan alrededor. Amo que se abre hacia mí -o conmigo-, amo la valentía de ver, de escuchar, de recibir, de permanecer inmóvil mientras la Vida pasa por dentro, poderla sentir, sostener la mirada, sostener el silencio, sostener el Vacío.

Amado infinito: sostenemos juntos el Vacío.

Solo por eso, por siempre en mi corazón.